domingo, 29 de marzo de 2009

EXTASIS DE SANTA TERESA


El Barroco es el término que da nombre a una corriente artística que se desarrolla tras el Renacimiento (durante el S-XVII y principios del S-XVIII). Está cargado de una fuerte connotación negativa ya hace referencia a una perla de formas irregulares y un tanto deforme. Nace en Italia y se extiende a otros países europeos (Francia, España, Inglaterra y América). Para entender el nacimiento de este arte tenemos que tener en cuenta los siguientes aspectos: reforma protestante; Contrarreforma por medio del Concilio de Trento (al arte será el mecanismo de difusión de los valores religiosos perdidos); Monarquías absolutas; la literatura con el teatro (muchos de los personajes de los cuadros de Caravaggio parecen actores, las construcciones arquitectónicas parecen grandes escenarios teatrales diseñados como fondos para las celebraciones); las crisis políticas (la monarquía hispánica de los últimos Austrias), económicas (bancarrotas), religiosas (Guerras de religión) y los periodos de enfermedades, hambrunas, pobreza suponen un momento de decadencia e inseguridad que se refleja en el arte a través de la búsqueda de lo inestable, el dinamismo, la violencia y el tremendismo.

Esto conlleva a una sensación de pesimismo e impotencia ante una situación con la que el hombre no va a poder y le desborda.

El Extasis de Santa Teresa es una obra de Bernini ubicada en la capilla Cornaro de la iglesia de Santa María de la Victoria de Roma. Bernini une en ella arquitectura, escultura y pintura para formar un verdadero espacio escenográfico (no es posible separar el marco arquitectónico de la obra escultórica).

La capilla, derroche de mármoles y jaspes de colores, recuerda a un teatro en el que el Éxtasis de Santa Teresa hace las veces de escenario.
Santa Teresa, en trance, espera que el ángel de enigmática sonrisa (entre maliciosa y beatífica) traspase su corazón con la lanza de fuego. Santa Teresa escribió al respecto: “Tan real era el dolor que suspiré varias veces en voz alta y, sin embargo, era indescriptible dulce, de forma que no podía desear verme librada de ello”.

El éxtasis conlleva el cuerpo desmayado, el abandono de los pies y manos, la cabeza caída hacia atrás, los ojos cerrados, las aletas de la nariz abiertas y la boca entreabierta en un quejido.

Ilumina la escena una ventana de cristal amarillo oculta, que contribuye a crear la sensación de que el sol se materializa en el haz de rayos dorados que envuelve a los personajes.

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